Pequeño duende intocable, no renacerás y en cambio otras vidas cegarás; y debo adiestrarme a verte por las calles paseando triste en tu capilla... Opaca cerebral riqueza... Tus escasos recuerdos en el vientre de tu madre.
Tus ropitas de bebé, tus carritos y tus trajes de juguete... Allí nadie puede violarte, es la única intimidad que guardas celosamente...
Monstruoso descuido humano: ¡somos como víboras! Peor que áspid venenosa la soledad y la injusticia te persiguen, te acosan; niño propietario de las calles, de los puentes y de los basurales, te asesina infame, inmisericorde la cerebral muerte... La nuestra indolente y esquivante y la tuya infantil figura, cuya sombra estéril se refleja en la oscuridad del día y las tenues luces nocturnales.
Un Esqueleto andante... Una Calavera hiriente...
Un Esqueleto andante... Una Calavera hiriente...
Un Abrazo y Luz para el Camino
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